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¿Es el consumismo un problema social?

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El sistema económico imperante desde hace varias décadas en nuestro planeta ha traído consigo una evolución evidente del nivel de vida general. Sigue habiendo personas ricas y pobres, eso está claro, y seguramente sea algo inevitable a estas alturas porque el reparto de la riqueza jamás podrá ser equitativo, por motivos obvios. En todas estas décadas, el capitalismo ha traído prosperidad a medio mundo y ha permitido que millones de personas puedan llevar vidas plenas y plácidas, con buenas casas, buenos empleos y la nevera siempre llena. Sin embargo, como ningún sistema es perfecto, el capitalismo también tiene sus puntos débiles. Para muchos, llevar al extremo este sistema económico perjudica enormemente a millones de personas en el planeta, en países subdesarrollados o en vías de desarrollo, que prosperan hasta cierto punto pero jamás al nivel de los otros países adonde se va la riqueza.

Sin embargo, uno de los problemas más alarmantes del sistema actual es el consumismo. El sistema capitalista se basa en la demanda de productos, bienes y servicios. Cuanto más grande sea esa demanda más producción habrá, más trabajo se necesitará y más riqueza se creará. Es por eso que, desde hace décadas, los gurús del capitalismo han entendido que no basta con ofrecer a las personas aquello que necesitan. Cuando eso no es suficiente, hay que crear la necesidad, conseguir que los clientes deseen comprar esos bienes que seguramente no necesiten, pero que deben tener, porque todo el mundo los quiere o los tiene. De esta forma estamos llegando a un punto de consumismo absurdo en el que la gente se gasta el poco dinero que tiene en bienes y servicios poco útiles, mientras tiene complicado llegar a fin de mes para pagar las facturas o la hipoteca. El mercado funciona así, inoculando esas necesidades que no son tales, para que sigamos consumiendo. ¿Hasta qué punto ha llegado a ser esto un problema?

Los problemas del consumismo

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La sociedad actual sigue midiendo el estilo de vida de las personas en base a sus posesiones, a su poder adquisitivo, a la manera en la que es capaz de gastar el dinero, no ya de gestionarlo, sino de comprar cosas o experiencias. A través de las redes sociales lo vemos continuamente. Las figuras más seguidas están siempre viajando, cenando en restaurantes caros, estrenando ropa de marca que seguramente se salga de cualquier presupuesto medio. Y sin embargo, todos ahorramos para poder pagarnos ese móvil último modelo, aunque también nos valga con uno menos caro, y queremos tener siempre la ropa más moderna, la más espectacular, aunque supongo gastarnos el doble en eso que en comida. Es el efecto de la demanda que genera la sociedad consumista, la que solo quiere que compremos más y más.

Esto genera varios problemas importantes. El primero de ellos es esa sensación de ansiedad por no ser capaz de “estar a la altura” cuando nos comparamos con el resto de personas de nuestro entorno. Tal vez no tengamos tanto dinero, pero hemos de gastarlo para aparentar que nuestra situación económica sí que es boyante. Se nos genera una necesidad, un deseo que realmente es ilógico, que no cubre nada imprescindible, más allá de nuestro propio ego. Y con el consumo llevado al extremo, lo que estamos haciendo es generar más contaminación, más basura, en definitiva, mayores problemas para nuestro planeta y por ende, también para nosotros, que los sufrimos en primera instancia. Las materias primas se agotan porque vivimos en un planeta finito, pero en un sistema económico que necesita crecer y crecer cada vez más.

Los efectos del consumismo en el medio ambiente

Evidentemente, los productos y servicios que consumimos no nacen por arte de magia. Se utilizan materias primas que existen en nuestro planeta, pero que en la mayoría de los casos, son finitas. Esto quiere decir que, si seguimos con nuestro actual ritmo de vida, y teniendo en cuenta que cada veces hay más personas en el mundo, el planeta podría quedar totalmente devastado y esquilmado en apenas unas décadas. Pero no solo eso, sino que todos estos viajes que hacemos ahora más que nunca generan igualmente perjuicios para la capa de ozono, por la propia contaminación que también  tienen las fábricas donde la mayoría de productos se crean. Y por último podemos hablar también de cómo la mayoría de los productos dejan de servir en pocos años y son literalmente tratados como basura, sin reciclarse ni nada parecido, para enturbiar aun más el medio ambiente.

Posibles soluciones

El consumismo exacerbado nos está llevando a sufrir consecuencias que pueden acelerar problemas muy graves para los seres humanos. Está claro que el planeta no podrá aguantar durante mucho tiempo este ritmo de consumo eternamente creciente. Se ha comprobado en el 2020, cuando por culpa de la pandemia el consumo ha caído muchísimo, y la naturaleza ha podido recuperarse en cierta forma. Hemos aprendido, al menos en parte, que no necesitamos tantas cosas para vivir, y que la mayoría de deseos de bienes y productos que tenemos son simplemente fruto de la publicidad y el marketing de las marcas, que nos hacen desear ese tipo de productos aunque no los necesitemos. Si logramos quitarnos de encima toda esa manipulación lograremos ser mucho más conscientes de nuestras verdaderas opciones, de nuestros deseos y necesidades.

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El problema viene cuando el propio sistema se basa en ese consumo masivo, y lo apoya sin miramientos. Si de repente la mayoría de nosotros pasamos a comprar menos, a gastar menos dinero, la producción caerá por falta de demanda, y eso provocará despidos y una tasa elevada de paro. Hay que saber buscar el equilibrio, sin llegar a los extremos. El sistema capitalista tal y como lo entendemos es insostenible, pero tampoco podemos optar por otros sistemas económicos que ya se han demostrado incluso más devastadores. La solución pasa por potenciar el reciclaje, por ejemplo, por buscar energías alternativas y más limpias para dañar menos al medio ambiente, por generar deseos reales y verdaderamente necesarios en los usuarios, que les reviertan para bien, en salud por ejemplo, y no al contrario.

Asociaciones que actúan contra estos problemas

Hay numerosas asociaciones que ya han mostrado su rechazo contundente al consumismo banal y exacerbado que se lleva a cabo en nuestros días. Desde los sindicatos de trabajadores que defienden un consumo más responsable y ético hasta las propias asociaciones de consumidores que defiendan a los usuarios de los desmanes de las empresas y ayudan a canalizar sus deseos y necesidades en compras realmente necesarias. Las asociaciones medioambientales también tienen mucho que decir al respecto, ya que el tema del consumismo extremo afecta directamente a la salud del planeta, y por tanto, también a la nuestra, aunque muchas veces no queramos darnos cuenta.